Calamiro

 

Eran tiempos en que la radio repetía varias veces al día las canciones de "Los Prisioneros", eran la voz de los ochenta y nuestro amigo "Calamiro" gustaba de sintonizar esas revolucionarias y audaces letras, mientras atendía su siempre pujante servicio de cerrajería.

- ¿¡Aló, buenos días!?.

El edificio es el típico de cuatro pisos, lógicamente sin ascensor y lamentablemente con cita al final de esa agotadora escala.

El departamento se encontraba vacío, y a la espera tres misteriosos señores, todos formalmente vestidos y en una muy extraña actitud; mas eso no podía incomodar a Calamiro, ni hacerlo sospechar de algo malo, pues un robo, o algo parecido ahí no cabía.

Menos mal que la puerta debía estar abierta mientras eran desmontadas sus cerraduras, ya que el ambiente nicotinoso que dejaban los contratantes asimilaba al de un casino de juegos a las dos de la mañana. Un zumbido se dejaba sentir en los oídos y un escalofríos recorría toda la espalda de nuestro amigo; el sexto sentido o su ángel guardián le alertaban de lo que se venía.

Uno de ellos, al parecer el de mayor autoridad es quien recibe las nuevas llaves y quien paga sin mediar reparo los correspondientes honorarios, pero es en eso que se identifica. Los tres eran militares de civil, de comisión especial y ahora abiertamente en actitud de interrogatorio.

A esa altura, la ropas del sorprendido Calamiro estaban completamente empapadas en sudor, su pobre corazoncito latía a "mil por segundo" y la exhibición de las lustrosas "automáticas" señalaba que las cosas de verdad eran en serio, y que lo que se vivía para nada era un sueño, si no que la mas cruel y fría realidad.

La sensibilidad de esas manos volvió al cabo de unos instantes y pudo entonces comenzar a trabajar nuestro amigo Calamiro. Eran ahora los nervios propios que se dejan sentir cuando se hace algo por primera vez, pero sería su profesionalismo y la concentración, sumado también un poco de suerte, los aliados para lograr, después de dos horas y media, abrir esa pesada mole de acero. Quedando entonces al descubierto una segunda puerta, esta vez de reja "tipo celda" con otra cerradura pero mucho mas sencilla, la que de todas maneras daría otra media hora de trabajo para su apertura. El interior era de cuatro por tres metros mas o menos, y aparte de unas rumas de carpetas y papeles, asomaban dos cardex de marca "Indina", por supuesto que cerrados.

Desplegaron entonces un tipo de alfombra al interior y dos de ellos ingresaron, pero dejando esta vez entrever el "cursillo de penetración y asalto". Encargándose cada uno de abrir un cardex con sus "ganzúas italianas"; extrayendo del interior unas cuantas "carpetas rojas" con documentos oficio; los que luego de ser fotografiados, dejaron en el mas perfecto orden y libres de toda posible huella, aspirando luego hasta el último pelo que pudo haber caído en todo el lugar.

Una vez cerrada la bóveda, Calamiro es cubierto nuevamente con la "capucha" comenzando una media hora de vueltecitas para despistar, pero esta vez con "Viena en concierto" de Luis Cobos en la casetera de la "Van" y todo comentario ausente de parte de los viajantes.

En "Pintor Ciccarelli con Santa Rosa", Calamiro es despojado de la "capucha" y la radio es acallada por el copiloto de la "Van".

No fue gran sorpresa ese lunes el constatar en el registro civil que la patente de la "Van", no poseía registro alguno; así que la ida al centro debía justificarse en un apetecible "completo" del "Dominó", acompañado de una refrescante "vitamina"..........para la salud, ....."¡para una muy buena y larga salud!".

FIN.